Fundación FIArt. MADRID
La acogida de ATELIER ZAPARAÍN en la
sede de la fundación FIArt va más allá de una mera exposición, y se convierte
en la posibilidad de intervenir en un espacio de origen doméstico explorando
las alteraciones que pueden operar sobre él unas obras de carácter
aparentemente singular, ahora dispuestas en conjunto. Esa reflexión parte de la
tipología decimonónica de las salas, en una vivienda y no a ras de calle,
formando la suite convencional de tres habitaciones principales conectadas por
un eje, con puertas, chimeneas y ventanas ordenadas simétricamente.
En vez de colocar las obras aisladas
y centradas en los machones de pared, se desequilibra el esquema, acumulándolas
en mosaico sobre determinados rincones. Se forman así unos bloques pictóricos
que superan la individualidad del cuadro tradicional para remitirse más bien a
los polípticos de imágenes aleatorias que generan las búsquedas en internet.
Con esos conjuntos se tapa todo el paño disponible, de suelo a techo,
sustituyendo la pared por una pantalla icónica virtual. Pero la técnica clásica
de óleo transparente por capas sobre aluminio, introduce un aura que, desde Benjamin,
la imagen impresa ha perdido por su reproducibilidad. Se propone al espectador
el extrañamiento de comparar los originales efímeros con unas réplicas que, por
su cuidadoso proceso de elaboración, incorporan la magia del tiempo y, de
alguna manera, redimen a sus modelos digitales de la fugacidad.
Los bloques pictóricos admiten una
doble lectura, como conjunto y desde los píxeles de información puntual que los
conforman. La unidad viene asegurada, no por la temática, sino por la técnica
común, las dimensiones combinables y los fondos neutros sin perspectiva, que
permiten relacionar personas y objetos de nuestro entorno urbano habitual,
temeroso de perder su seguridad por las modernas amenazas cibernéticas. Ya no
es posible la lectura secuencial para la que muchos de estos cuadros fueron
creados, y se sustituye por la acumulación de una matriz con doble entrada que
cada espectador puede activar a su gusto.
El extrañamiento de estas estancias,
antaño familiares, se completa con la ejecución de una pieza sonora de David
Duyos, de textura electrónica, ajena a la música de cámara que amenizó tantas
veladas en el espacio interior burgués, aquí convertido en versátil soporte
cultural.